Para el buen funcionamiento del organismo es necesaria una alimentación variada y equilibrada, tanto en macronutrientes (proteínas, carbohidratos y grasas) como en los micronutrientes (vitaminas, minerales) y por supuesto, el agua.

El 60 % de la carga total diaria debe provenir de los carbohidratos complejos (pan, pasta, patata, arroz, legumbres, etc.). La cantidad de proteína no ha de ser excesiva, un 15 % aproximadamente o lo que equivaldría a unos 0,8- 1 g. de proteína por kilo de peso y día. Una cantidad suficiente para suplir las pérdidas diarias de tejidos y órganos. Es también necesaria la presencia de grasa en la dieta, fundamentalmente aceite de oliva virgen, un 25% del consumo total diario.

Muy importante destacar el consumo de agua (2 l.- 2,5 l.) y el consumo de vitaminas y minerales presentes en los distintos grupos de alimentos. La variedad en la dieta es primordial para cubrir todas las necesidades.

Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo necesita unos 100 g. de glucosa al día, por esto es de vital importancia el consumo de hidratos de carbono complejos diariamente. Las dietas carentes en este tipo nutriente o muy bajas en calorías totales generan problemas que veremos a continuación.

Cuando no ingerimos suficientes carbohidratos, nuestro cuerpo que sigue necesitando 100 g / día de glucosa, obtendrá dicho recurso del glucógeno hepático. Es un depósito de “reserva” compuesto por moléculas de glucosa + glucosa unidas a agua. Cada gramo de glucógeno se une a unos 3 ó 4 g. de agua.

Cuando recurrimos al glucógeno hepático bajamos de peso muy rápidamente, puesto que perdemos azúcares y agua. Transcurridos los primeros días se agota este depósito; el cerebro recurre a las proteínas y los músculos a la grasa. En este proceso de obtención de energía se generan unos compuestos denominados cuerpos cetónicos. Si continuamos este tipo de alimentación estos cuerpos cetónicos (acetona), inhibirá la sensación de hambre. De continuar esta dieta sentiremos debilidad muscular, ya que consumiremos las proteínas musculares para obtener energía diaria pudiéndose generar en el tiempo un riesgo grave para la salud.

Otra consecuencia es la disminución del metabolismo basal, es decir, el consumo energético de nuestro cuerpo en reposo. Son las funciones básicas para la vida, la respiración, el latido del corazón, el cerebro, etc. Nuestro organismo, al detectar un déficit continuado de nutrientes disminuye el gasto energético en reposo (basal) y por tanto se pierde menos peso del esperado.

En los últimos tiempos hemos visto dietas como: Dukan o Atkins, dietas a base de batidos proteicos (Pronokal), dietas muy hipocalóricas (Dieta Hídrica), siendo las consecuencias similares y muy perjudiciales:

  1. Son prácticamente carentes en carbohidratos. El organismo recurre por tanto a las proteínas como fuente de energía inmediata.
  2. El cuerpo detecta la carencia de carbohidratos y obtiene energía de proteínas y grasas, generando cuerpos cetónicos (fundamentalmente acetona). Por esta razón se llaman dietas cetogénicas. Su gran “éxito” reside en la inhibición de la sensación de hambre, se reduce el número de ingestas y presentan un mayor poder saciante debido al alto consumo de proteínas y grasas, más difíciles de digerir que los carbohidratos.
  3. Suelen ser carentes en fibra, vitaminas y minerales, generando estreñimiento en el paciente y déficit en micronutrientes.
  4. Cuando el organismo detecta un menor aporte calórico, disminuye el metabolismo basal, bajando menos peso del esperado.
  5. Puede producirse un aumento del colesterol debido al consumo elevado de productos animales, así como el aumento del ácido úrico.
  6. Se produce un rebote en el peso al abandonar este tipo de dieta, puesto que nuestro cuerpo recupera el agua corporal y los azúcares perdidos rápidamente.