Es una más de las denominadas dietas cetogénicas, es decir, dietas que promueven la liberación de cuerpos cetónicos (acetona).

Principalmente se caracteriza por el desequilibrio de nutrientes. Así, el consumo de grasas supone de un 30-40%, en lugar del 25 % que promueve nuestra Dieta Mediterránea. El consumo de carbohidratos queda reducido drásticamente de un 5%-20% de la energía, en lugar del 55%- 60%. Por tanto, las proteínas aumentan ostensiblemente hasta un 40% de la ingesta total diaria, en vez de un 15% que proponen nuestras bases mediterráneas.

El organismo al detectar las fluctuaciones entre los diferentes nutrientes actúa de la siguiente manera:

  • Nuestro cerebro necesita unos 100 gramos de glucosa/día para el buen funcionamiento del cuerpo. En el caso de la dieta Atkins, al no poder obtener la glucosa de los alimentos, comienza a formarla a partir de la combustión de proteínas.
  • El organismo obtiene el resto de la energía que necesita de las grasas, es durante este proceso cuando comienzan a aparecer unos productos de desecho llamados cuerpos cetónicos.
  • Cuando pasamos un tiempo en ayunas nuestro organismo obtiene la energía necesaria de los depósitos corporales de glucosa (glucógeno hepático y muscular).
  • Al seguir una dieta muy pobre en carbohidratos y rica en proteínas y grasas, el organismo utiliza el glucógeno (glucosa + glucosa) del hígado para obtener la energía necesaria, produciéndose una bajada de peso correspondiente al glucógeno y al agua que le acompaña. La persona que siga este tipo de dietas notará una importante pérdida de peso, pero ese peso perdido corresponde al glucógeno almacenado y al agua, lo contrario de lo pretendido, es decir, bajar la grasa corporal.
  • Una vez se agotan dichos depósitos de glucógeno, recurriremos a las proteínas para obtener la glucosa necesaria para el buen funcionamiento del cuerpo, esto puede generar debilidad muscular. El resto de la energía requerida se obtendrá de la grasa generándose los ya citados cuerpos cetónicos.

Otros efectos

  1. La reducción del apetito, hasta el punto que se ingieren hasta 1.000 kcal/día menos de lo habitual.
  2. La sobrecarga de proteina en la dieta no es buena para los riñones, ya que tienen que eliminar una mayor cantidad de los desechos de proteínas (metabolitos).
  3. El consumo excesivo de grasas y proteínas, eleva el colesterol, los triglicéridos y el ácido úrico, incrementando el riesgo cardiovascular.
  4. Pueden aparecer en el organismo carencias en micronutrientes (vitaminas y minerales) por la disminución del consumo de frutas, verduras y hortalizas.
  5. Aparición de estreñimiento por la carencia de fibra contenida en los alimentos de origen vegetal.
  6. Disminución de la masa muscular y como consecuencia cansancio físico.
  7. Dolor de cabeza y mareos (por la escasez de glucosa).
  8. Halitosis y olor en la orina debido a los cuerpos cetónicos (acetona).
  9. Cuando el individuo recupera una alimentación normal y vuelve a tomar carbohidratos, se gana peso rápidamente debido a la recuperación del glucógeno y del agua perdida.

Según todo lo que se ha comentado anteriormente, este tipo de dietas son desaconsejables por completo, ya que no generan un beneficio a largo plazo, sino todo lo contrario. Como ya hemos ido comentando en otros artículos, la alimentación ha de ser variada y tiene que presentar unas proporciones de carbohidratos, grasas y proteínas que permitan el buen funcionamiento de nuestro cuerpo.

Algunas dietas similares

  • Dieta Dukan
  • Dieta de Hollywood
  • Dieta Pronokal
  • Dieta Ceome
  • Dieta de Scardale

 

Pedro A. Lillo García

Dietista-Nutricionista