Consiste en ingerir mucha agua y complejos de vitaminas y minerales. Es una dieta muy peligrosa, ya que no se obtienen los suficientes nutrientes para que la fisiología de nuestro organismo funcione correctamente, y se puede entrar con facilidad en un estado de cetosis (cuerpos cetónicos: acetona), en el que el riesgo de fallo cardíaco a largo plazo se potencia enormemente.
El organismo diariamente necesita para su correcto funcionamiento los siguientes nutrientes:
- Los carbohidratos, que aportan energía a modo de gasolina.
- Las proteínas, para reparar y reemplazar las pérdidas diarias que se producen en nuestros tejidos y órganos.
- Las grasas, que también nos aportan energía.
- Las vitaminas y minerales, necesarias para que las reacciones que tienen lugar en el organismo se produzcan con normalidad.
- El agua, muy importante, ya que todas las reacciones del cuerpo tienen lugar en el medio acuoso.
En el caso de seguir la dieta hídrica, durante los primeros días, el organismo extrae la energía necesaria para el buen funcionamiento cerebral de la glucosa procedente del hígado, de un depósito denominado glucógeno (polisacárido de reserva compuesto por cadenas ramificadas glucosa), con lo que se pierde mucho peso en los primeros días, ya que junto al glucógeno se almacena agua y al quemar una se elimina la otra. (1 gramo glucógeno almacena 3-4 gramos de agua). Por tanto, la pérdida de peso proviene de los “azúcares de reserva” y fundamentalmente de agua.
Transcurridos los primeros días, las reservas de glucógeno se agotan y el cerebro sigue demandando unos 100 gramos de glucosa al día. Nuestro organismo empieza a obtenerla a partir de proteínas.
En paralelo los músculos de nuestro cuerpo y otras partes del organismo consiguen la energía mediante la combustión de las grasas (lipólisis). Es durante este periodo cuando empiezan a producirse cuerpos cetónicos (acetona), que se comportan como un tóxico y paulatinamente se va inhibiendo la sensación de apetito, con lo cual, si seguimos esta dieta no tendremos sensación de hambre a pesar de no tomar suficiente alimento.
El organismo al quemar las proteínas, con el fin de obtener azúcar, genera debilidad progresiva y se produce un peor funcionamiento del sistema muscular.
Cuando el organismo detecta esta bajada de nutrientes, disminuye rápidamente el metabolismo basal, es decir, el consumo energético en reposo y por supuesto, iremos disminuyendo nuestra actividad física debido al cansancio progresivo.
Es por los motivos anteriormente citados, por lo que la persona que sigue la dieta hídrica no pierde el peso esperado y de continuar así, en un último intento de no tener que destruir más proteínas, nuestro cerebro sufre cambios que permiten obtener la energía de los cuerpos cetónicos (acetona). Si alcanzado este punto la persona continúa con la dieta, el organismo continúa quemando proteínas para producir glucosa y el organismo reducirá hasta el 40% de nuestro metabolismo basal (consumo en reposo).
Transcurrido un tiempo el individuo puede morir por un fallo cardiaco, ya que el corazón no recibe del exterior las proteínas para hacer las “reparaciones” necesarias.
Cuando se abandona la dieta hídrica a tiempo, se recupera el peso perdido rápidamente y la regeneración del músculo es muy lenta y costosa.
Artículo realizado por nuestro Nutricionista en Murcia – Plan Mediterráneo